miércoles, 1 de junio de 2011

Capitalismo En China


Una encuesta cubriendo 20 países, realizada por GlobeScan en 2005, descubrió que los chinos son quienes más creen (74%) que “la economía de mercado es el mejor sistema en el cual basar el futuro del mundo”. Se trata de un resultado sorprendente, cuando recordamos que hasta 1979 el gobierno chino tomaba absolutamente todas las decisiones económicas.
Esa misma encuesta determinó que en Estados Unidos la gente apoya también al libre mercado (71%), mientras que en Rusia el apoyo al capitalismo es débil (43%) y en Francia (36%) más débil aún.
El gran cambio de manera de pensar de los chinos respecto al capitalismo es confirmado por el estudio de opinión pública realizado en 2006 por el Chicago Council on Global Affairs: 87% de los encuestados en China piensan que “la globalización, especialmente la mayor interconexión de la economía de su país con otros alrededor del mundo, beneficia a la nación”. Ese resultado se compara con 60% en EE.UU. y 54% en India.
No debe sorprendernos que los chinos apoyen la globalización, la cual abrió a su país al resto del mundo, disparó el crecimiento económico y los cambios sociales, permitiendo que millones surgieran de la miseria. Al ampliar los horizontes y oportunidades de la gente, la globalización ha ejercido presión en el Partido Comunista Chino para que permita las privatizaciones y el funcionamiento del mercado, lográndose un impacto positivo en la sociedad civil.
Los chinos pueden ahora ser dueños de sus viviendas, operar sus propios negocios y buscar empleo en el sector privado. Tal libertad económica era imposible bajo la planificación central y la autarquía anterior. En una importante revista de negocios china,Caijing, aparece una fotografía de la Estatua de la Libertad en la misma página que el aviso de un condominio en Beijing. Y los estudiantes de bachillerato en Shangai leen discusiones sobre la globalización y reformas económicas en sus libros de texto, sin ninguna mención a Mao.
La liberalización del comercio ha beneficiado a China y a la economía global. A pesar de que millones de trabajadores chinos han sido afectados, la encuesta del Chicago Council muestra que 65% de los encuestados en China creen que “el comercio internacional beneficia la estabilidad laboral de los trabajadores”. Por el contrario, apenas 30% de los trabajadores en Estados Unidos piensa que el comercio internacional beneficia a los trabajadores.
Claro que el propósito del comercio no es proteger empleos sino crear riqueza y la riqueza a nivel mundial es mucho mayor hoy que hace un par de décadas. La apertura comercial, la revolución de la información y la integración financiera se han combinado con cambios institucionales que favorecen al mercado en ofrecer a China, y al resto del mundo, un espléndido futuro.
Una de las lecciones aprendidas en China es que la pobreza se combate mejor con cambios institucionales que con ayuda extranjera e intervención del gobierno. Hace varias décadas, la concentración de la miseria estaba en Asia, no en Africa. Hoy sucede lo contrario y la ayuda extranjera no ha mejorado la vida de los africanos más pobres.
De igual manera, el salario mínimo no es ninguna panacea. Los políticos ofrecen aumentar el salario mínimo, pero no encaran las causas fundamentales de la pobreza. Si el salario mínimo se fija por encima de lo que el mercado indica, los patronos contratarán a menos gente y cambiarán sus sistemas de producción, reemplazando mano de obra por maquinarias.
Hong Kong nunca tuvo salario mínimo y China no lo impone a nivel nacional. Aunque China ha avanzado mucho hacia una economía de mercado, falta todavía. Se requiere la expansión de los derechos de propiedad, justicia y transparencia en el sistema judicial, a la vez que el libre flujo de la información. Beijing también debe permitir la total convertibilidad de su moneda, el yuan.
Abrir el Partido Comunista Chino a los capitalistas y enmendar la constitución para proteger la propiedad privada no es suficiente si no hay jueces independientes. Pero ya erigieron una estatua de Adam Smith en la Universidad de Finanzas y Economía en Chengdu, algo que no se ve en las universidades de América Latina.
Si el futuro de China depende del libre comercio, tiene que contarse también con libertad política porque el libre mercado no existe sin gente libre. El reto es institucionalizar el estado de derecho que protege del estado a las personas y a sus propiedades.

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